martes, agosto 16, 2005
El surrealismo, surgido del romanticismo
París y los surrealistas
Filosofía de vida, modo de ser, de ver y de pensar, el surrealismo va mucho más allá de una escuela pictórica o literaria: aspira a una total liberación del individuo, un objetivo tan válido tras el desastre de la Primera Guerra Mundial como en el seno de las nuevas y sangrantes guerras del siglo xxi . Su sentimiento de rebelión es, según André Breton, una luz iluminadora: “Y esta luz sólo conoce tres caminos: la poesía, la libertad y el amor.”
Esta exposición quiere explicar el surrealismo desde el surrealismo mismo, recordando su espíritu moralmente transgresor, su condición política revolucionaria y su modernidad en terrenos como la fotografía, el dibujo y la poesía automáticos, el objeto poético nacido del encuentro fortuito de dos realidades dispares, la creación colectiva o la abstracción.
El surrealismo, surgido del romanticismo, “descubrió” a partir de Freud las posibilidades liberadoras y creativas del sueño, halló lo maravilloso en lo cotidiano, exaltó el amor, expresión a la vez de deseo y de conocimiento, reivindicó el azar, la histeria, los médiums, Fourier, el marqués de Sade, la poesía de Lautréamont y de Rimbaud, el arte naïf y el popular, el arte de Alaska, el de los indios hopis y el de Oceanía; Fantômas, Charlie Chaplin y Buster Keaton; organizó exposiciones con olor a café, sacos de carbón en el techo y arena y agua en el suelo. Entretuvo el equívoco, amó lo paradójico, y realizó encuestas sobre el suicidio, los encuentros capitales, el compromiso político y la sexualidad.
Criticó ferozmente (y también con humor) a los rectores de universidad, a las autoridades religiosas, políticas y psiquiátricas, a la familia burguesa y a la familia sin más, a no ser la escogida por uno mismo; contra los nacionalismos, fue internacionalista; luchó contra todo tipo de totalitarismos y contra el colonialismo; en definitiva, fue una inmensa voz disidente cuyas obras plásticas, fílmicas, fotográficas, literarias y políticas contribuyeron a cambiar radicalmente nuestra sensibilidad.
Muchos de sus presupuestos han sido completamente asimilados por la sociedad contemporánea y algunos de sus procederes, como las sistemáticas exclusiones del grupo o el gusto exagerado por la invectiva, pueden ser actualmente puestos en cuestión. Creemos, sin embargo, que aunque el mundo haya cambiado sobremanera, la re-visión de sus deseos y logros puede ser hoy aún, o tal vez más que nunca, oportuna y fructífera.
Victòria Combalia Dexeus